La aldea
A la vieja Berenilda le gusta robar flores en los canteros de la plaza. También lo hacía en los cementerios pero se asustó mucho una vez que un ánima le chistó. Roba con paciencia y arte,
cuando cree que no la ven. Marimoñas y pensamientos en primavera y rayitos de sol al acercarse
los calores. Su compulsión es irresistible aunque tiene una desventaja frente a otros que merodean con los mismos propósitos: ella debe hacerlo con la mano izquierda porque a la derecha le faltan
los tres mejores dedos. Cuando jovencita metió la mano en una estufa a leña que estaba ahumando
y una comadreja se la desgarró de un mordiscón. Hizo lo debido: primero se dejó lamer la herida
por un perro que, como bien dice la sabiduría popular, es la mejor manera de desinfectarse. Luego
se puso bosta fresca de vaca que, de acuerdo a las oídas del barrio, era muy recomendada para
cortar las hemorragias. Por último, tal cual le indicaron sus familiares, la cubrió con tela de araña
que acelera el proceso de cicatrización. A los cuatro días los dedos se le pusieron verdes y a los
siete empezaron a dar feo olor. La vieja Berenilda cree que se los cortaron en el hospital,
pero la verdad es que tuvo suerte y ni necesidad tuvieron de operarla porque se le cayeron solos apenitas se internó. Es una lástima porque su mano izquierda es poco hábil y a veces arranca lo que no debe.
César di Candia
A la vieja Berenilda le gusta robar flores en los canteros de la plaza.
Hizo lo debido: primero se dejó lamer la herida por un perro...
A los cuatro días los dedos se le pusieron verdes y a los siete empezaron a dar feo olor.
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